Después de pasar el año nuevo y varios días en Balcarce, la ciudad serrana ubicada a la vera de la ruta 226 ( en breve ya me ocuparé de contar algo), estoy en Mar del Plata.
Invadida por ordas de turistas desenfrenados y desesperados por un poco de Sol, las playas desbordan de veraneantes.
La clásica postal costera cambió un poco su fisonomía en algunos tramos, donde la lavada de cara perpetrada para la Cumbre de las Américas alcanzó a mejorarla. El cambio es notorio desde la zona de Punta Iglesia hasta La Perla. Justo donde estaban ubicados unos viejos y abandonados piletones, ensancharon el paseo peatonal e instalaron bancos de cemento, decks y mojones para pescar, además claro, de que plantaron las inefables y poco duraderas palmeras (pareciera que los especialistas en espacios verdes aún no se dan cuenta que esas hermosas plantas no resisten los fuertes vientos y temporales marplatenses, psss).
Como siempre ocurre, no todo puede salir bien…
Como no podía ser de otra manera, acá se vive un día a pleno Sol y calor y otro de frío helado y con lluvía que inunda hasta el Estadio Mundialista. De todas maneras es una ciudad que se disfruta y mucho…
Seguirá…
 

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