A imagen y semejanza
La cosa es más o menos así… Laura Pintos, responsable del muy recomendable blog Carpe Diem y asidua visitante de Espectadores, me pasó el dato de un post publicado por Daniel Castro en su bitácora Guionista en Chamberí, que a su vez cita información difundida hace algunas semanas por el New York Times.
Como si todavía hiciera falta probar que -también en la Web- «nada se pierde, todo se transforma», me permito retomar la invitación de Vanina para comentar una nueva curiosidad mediático-televisiva.
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Al parecer Andy Warhol se quedó corto con su pronóstico sobre el derecho universal a los 15 minutos de fama. Evidentemente el recordado pintor supo adelantarse a su época, e imaginar que en cuestión de tiempo cualquier mortal tendría acceso a un micrófono y a una cámara, y que en el menos creativo de los casos aprovecharía la excepcional situación para pronunciar el célebre saludo «a todos los que me conocen».
Lo que quizás sí se le haya escapado al gurú de la cultura pop es el alcance de ese reconocimiento efímero. Me refiero a la envergadura de un fenómeno que supera la escueta aparición de los ciudadanos anónimos en los medios, y que consiste en la confusión de los límites entre público y privado, entre ficción y realidad.
Probablemente los reality shows sean la prueba más contundente de la superposición o intersección de estos espacios. Y si a este «género» televisivo, le sumamos el uso de las cámaras ocultas y la puesta en marcha de concursos/promociones donde los ganadores tienen la posibilidad de «actuar junto con sus estrellas favoritas» (en este punto cabe mencionar a las series argentinas Sin código y Sos mi vida), el ingreso del televidente a la televisión es inocultable.
Pues bien, la caja boba no se queda atrás. Al contrario, responde a la «intromisión» del espectador con una mayor presencia en la vida real. Por eso, después de la multiplicación de «móviles en la calle», del lanzamiento de canales «en vivo y en directo», de la proliferación de aparatos encendidos en estaciones de subte, locales comerciales, restaurantes y sanatorios, empieza a surgir una suerte de moda TV.
Atención. Aquí no estamos hablando de las emisoras cuya programación se encuentra enteramente dedicada a cuestiones del buen vestir, sino de una nueva tendencia que consiste en vender ropas y accesorios utilizados por personajes de programas.
Los detalles y ejemplos de este fenómeno se encuentran bien resumidos en el post de Castro, y enumerados con lujo de detalles en el artículo del New York Times. Bastará entonces con señalar que la mencionada tendencia parte de sitios web montados para que la gente pueda comprar tal o cual tailleur/piloto/collar que vio en, por ejemplo, Amas de casa desesperadas.
De esta manera, la televisión no sólo pretende entretenernos, informarnos, educarnos, acompañarnos. Ahora, de la mano de Internet, consolida su intención de vestirnos (¿de producirnos?) a imagen y semejanza de sus catódicas criaturas.
5 Responses to A imagen y semejanza
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Mi nombre es Vanina Berghella, soy periodista, especialista en medios digitales y plataformas sociales pero con los años mi foco es la gestión. Mi blog La Propaladora me acompaña desde 2005 y aunque hace años que perdió actualidad diaria cada tanto dejo alguna pista de mi recorrido profesional. ver +
Buenos Aires, Argentina.
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Aún con mucho retraso, muchas gracias por la mención a mi blog, Spectatrice, y gracias también a Laura por establecer el enlace entre las dos bitácoras.
Seguiré tu bitácora, tiene muy buena pinta.
Un slaudo
Estoy de acuerdo con vos, Leandro. La TV no mueve montañas, pero sí dinero. Y probablemente este nuevo nicho comercial sea el puntapié inicial para la apertura de nuevo negocio televisivo. Habrá que ver si resulta verdaderamente redituable.
Gracias por tus palabras.
¡Saludos!
Excelente artículo. La tele no sólo nos «produce» desde la publicidad, sino también ahora desde su programación. A lo de la ropa y los accesorios, hay que agregarle el tema de las cirugías estéticas. Se acuerdan cuando Lía Salgado quiso convertirse en Julia Roberts?
Leí el artículo del chico mexicano. Es curioso cómo él considera este fenómeno como una especie de «adelanto» hacia la la TV interactiva. Para mí es como meternos cada vez más en el fango de la despersonalización.
Saludos, spectatrice. Te ganaste un fan. 😉
Lean
Gracias a vos por tus palabras, y por invitarme a participar en La Propaladora. Me alegra que el aporte te haya gustado.
Ojalá estés disfrutando de tus vacaciones.
Nos leemos a la vuelta. 😉
Estimada Spectatrice, como siempre tus anàlisis sobre cine y Tv resultan interesantes. Gracias por aportar a La Propaladora tu toque màgico!
sls!