Los periodistas y el uso responsable de las redes sociales
Esta semana ocurrió lo que desde hace mucho tiempo, a través de diferentes foros y encuentros con colegas, vengo anticipando.
Aparentemente, a raíz de publicaciones de contenido xenofóbico en su cuenta de Twitter, un productor de TN (por lo que pude saber era un pasante que llevaba tres meses de trabajo en su puesto y no un trabajador permanente, con lo cual es muy posible que la empresa haya decidido no renovar su contrato, a partir de lo sucedido) fue despedido. No voy a profundizar en éste caso en particular, ya que hubo otros casos en otros países que por diferente motivos el accionar de la empresa fue el mismo. No es el foco de éste post.
Pero sí, éste caso trae a la luz lo que ya ha sucedido en otras ocasiones donde los periodistas que usan redes sociales se despachan con insultos, se vinculan en peleas sin sentido, publican contenidos poco apropiados para un profesional de la comunicación pública o comparten errores de noticias donde la falta de verificación de la fuente es la premisa, y piensan que porque se trata de una “cuenta personal”, todo está bien y no va a tener consecuencias.
Lo cierto, es que esta fundamentación no los deja exentos de críticas y consecuencias si lo que publican afecta a otras personas o a la empresa en la que trabajan.
Pareciera que sigue siendo complicado entender que cualquier contenido que se publique en las redes sociales es público. Aún si se hace desde una cuenta donde no reflejen su vinculación con el medio para el que trabajan.
Sí. Aún siendo una cuenta personal, el contenido es público y hay que ser y hacerse responsable por los dichos.
Mucho más grave es el asunto si, en nuestra biografía (o el mismo nombre de usuario), se menciona a la empresa donde trabajamos.
Entonces, ¿es posible pedirle, tanto a los medios como a los periodistas, sentido común y cuidado en el uso de las redes sociales? Sí, claro y es un paso enorme. Pero desde mi punto de vista no es suficiente porque somos seres humanos y fallamos.
Por otra parte, usar las redes sociales para entablar debates políticos, religioso, sociales o de cualquier otra índole que generen reacciones verbales violentas es absurdo. Hay que entender que, aún con todas sus virtudes, Twitter, Facebook o cualquier otra red social es un canal donde la comunicación es fragmentada e intermediada por dispositivos que no nos permiten medir sensaciones, gestos o miradas, con lo cual cualquier debate subido de tono es sin sentido porque no se llega a ningún acuerdo.
Aún con los años que llevo trabajando con éstas herramientas y aún siendo una fascinada de las nuevas tecnologías por facilitar la comunicación otros sentidos, también debo decir que para éste tipo de asuntos delicados, éstos canales nunca fueron los adecuados.
Si bien demás está decir que promuevo y apoyo el uso de redes sociales para nuestro trabajo (mi trabajo se basa en asesorar a equipos de comunicación, prensa y periodistas en el uso optimizado de redes fundamentando que sirven como fuente de información, contacto entre colegas, difusión de nuestro trabajo, distribución de contenidos, contacto con las audiencias, etc,), lo que acá planteo es un uso responsable.
Y esto implica:
1) Un debate interno entre los colegas acerca de cómo las usan y en qué momentos han sentido que deben modificar actitudes.
2) Un análisis personal del tipo de contenidos que publicamos y detectar en qué nos equivocamos o podemos cometer un error que traiga consecuencias.
3) Un debate interno con sus jefes para definir cómo será el uso de éstas redes cuando las vinculamos con nuestro trabajo. Aún insisto, si es nuestra cuenta personal y no la creada por el medio.
Lo peor que nos podría pasar es que por éste tipo de errores o por falta de debate, los medios decidan que no podemos utilizar las redes sociales en nuestro ámbito laboral.
Entonces, antes de que esto suceda abramos el debate y analicemos la elaboración conjunta de un lineamiento de buenas prácticas que no perjudiquen nuestra libertad de uso y de publicación, que nos beneficie en el uso laboral y que no perjudique a la empresa donde trabajamos.
Por supuesto, que el tema se presta para tomar diferentes posturas y no plantear un sólo punto de vista. Estará quienes piensen que los medios pueden cercenar la libertad de expresión de sus trabajadores, independientemente de lo que piensen o digan. Bien, la idea es que abordemos éste debate.
–Washington Post implanta reglas para el uso de redes sociales de sus editores
8 Responses to Los periodistas y el uso responsable de las redes sociales
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Mi nombre es Vanina Berghella, soy periodista, especialista en medios digitales y plataformas sociales pero con los años mi foco es la gestión. Mi blog La Propaladora me acompaña desde 2005 y aunque hace años que perdió actualidad diaria cada tanto dejo alguna pista de mi recorrido profesional. ver +
Buenos Aires, Argentina.
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Un artículo que puede estar relacionado. Mi visión sobre el social media y las elecciones de este año en México.
http://revistareplicante.com/las-redes-sociales-en-la-politica/
Hola Vanina, es muy interesante lo que comentas. Personalmente no uso Twitter y solo estoy registrada en dos redes sociales (LinkedIn y una comunitaria «Yofuialbelgrano.com»),en buena medida porque no tengo que estar mucho tiempo en ellas. Pero soy una observadora de lo que sucede con el comportamiento de usuarios de redes que parecieran exigir una actualización constante. Y he visto dos cosas: en primer lugar, pareciera que quienes están en Twitter, sobre todo periodistas, se sintieran obligados a actualizar permanentemente sus cuentas con comentarios, aunque sean intrascendentes o simples remisiones a otros comentarios; como respondiendo a una especie de mandato («no sos un periodista adaptado a los nuevos tiempos si no estás todo el tiempo conectado»). En segundo lugar que, en personalidades predispuestas, el microblogging puede alentar un comportamiento compulsivo (esto de actualizar y opinar todo el tiempo), que, finalmente, es inevitable que termine develando pensamientos y juicios íntimos no siempre políticamente correctos o, simplemente, correctos. He leído a altas autoridades de medios escribir groserías o hacer chistes de mal gusto o hablar de terceros a través de Twitter, bajo el mismo criterio con el que se ponen títulos sensacionalistas en los medios: generar remisiones y sumar seguidores. También creo que existe una laguna jurídica sobre el tratamiento, derechos, obligaciones y límites respecto de las imágenes que subimos a las redes: ¿Es correcto, por ejemplo, subir imágenes de nuestros hijos pequeños, inconscientes todavía sobre el concepto de gestión de la identidad digital? ¿Es correcto subir imágenes de niños durmiendo aunque sean nuestros hijos? ¿No tienen derecho a proteger su imagen?
Finalmente, mi opinión es que hay cierta confusión: no seremos «periodistas digitales» porque llenemos un formulario de Internet que nos permita suscribirnos a una red social y desde allí sumar mensajes todo el tiempo. Seremos, en todo caso, más visibles. Y la exposición tiene sus consecuencias.
Totalmente de acuerdo Darío. Los primero responsables somos nosotros como personas y periodistas. Sino, vamos a empezar problemas con los medios y la sociedad en general.
Acuerdo en que es una discusión de larga data pero me pregunto: si a dos deportistas no los dejaron participar de los Olímpicos por mensajes racistas en Twitter, que queda de la responsabilidad de los periodistas, no sólo por la ética de transmitir información y opinión, sino además de formar parte de algo mayor, de un medio de comunicación.
Esta charla es algo que en cierto sentido charlamos el viernes pasado en San Pedro en el Taller de Fopea, y como bien dijo Vanina en aquella oportunidad es una tela que se puede cortar y mucho.
Sin embargo, creo que no sólo por la responsabilidad del lugar en el que trabajamos sino por nuestro rol como periodistas o comunicadores sociales debemos precisamente responsabilizarnos de lo que decirnos, y sobre todo cuando se habla de política, racismo, religión…
El debate está más que abierto
Gracias Dayana por tu comentario, que profundiza en un punto que me quedé pensando largo rato cuando Federico dejó su opinión. Creo que se viene, segunda parte de éste post. sls!
Creo que el problema con algunos periodistas pasa por la mixtura comunicacional que hacen en Twitter.
En algunos momentos hablan desde el periodista-que-cronica-la-realidad y en otro hablan como Juan-Perez-que-tiene-twitter.
Visto desde el lugar de espectadores/followers los que leemos sus twits decodificamos el discurso en base al «traje profesional y social» de la persona (que muchas veces conocemos solo virtualmente).
En Twitter nadie es relevante por su vida personal e intima, ni siquiera los famosos porque ellos lucran y se alimentan de esa imagen construída.
Entonces es un error pensar «Nuestros pensamientos no son propiedad de las empresas en las que trabajamos» porque la «empresa» para la que trabaja cualquier periodista es su propio nombre.
¿Dónde queda la ética profesional, entonces? ¿Dentro del ámbito laboral? ¿El periodista deja de serlo cuando está fuera del horario de trabajo? ¿Con qué cara un profesional de este tipo cuestiona a terceros (famosos, políticos, deportistas, etc) por lo que hacen en su vida-no-profesional cuando ellos mismos no soportan ser cuestionados? Hay que bancarse las consecuencias de la propia estupidez y de la falta de inteligencia. Es inexplicable que un comunicador no sepa cuando hay que cerrar la boca y meterse ciertas apreciaciones en el bolsillo (por no decir otro lugar).
La otra cuestión que me parece que empezará a ser problemática en las próximas generaciones es la falta de filtro que tienen entre lo que piensan y lo que dicen.
Cada vez se van perdiendo más los conceptos de intimidad, confidencialidad y de privacidad; lo que causa que no comprendan que hay cosas que no pueden ser dichas en ámbitos públicos.
Volvamos a la frase que te dejaron más arriba:
«Nuestros pensamientos no son propiedad de las empresas en las que trabajamos.»
Supongamos que yo pienso que me gustaría matar a la presidenta ¿Es eso un delito mientras esté sólo en mi cabeza y nadie lo sepa? No, claro que no.
Ahora, si yo lo publico en Tw no van a pasar ni dos segundos para que alguien lo levante y una bola de nieve empiece a rodar. Recordemos que hace un tiempo hubo un caso así por una persona que se refirió a ella como «Yegua» en una comunicación aérea.
Entonces eso es lo que hay que repetir hasta el cansancio: escribir huevadas en Tw no es pensar, es darle dominio público a impulsos comunicacionales y eso puede tener consecuencias de todo tipo.
Digo impulsos comunicacionales porque la lógica de tw no se basa en que hays reflexión antes de comunicar.
Si uno analizara twits vería que no hay «pensamiento» (en el sentido de elaboración de un mensaje teniendo en cuenta el contenido, el canal y el destinatario) sino impulsos.
Si el tipo de tu ejemplo hubiera PENSADO REALMENTE lo que decía, que lo ponía en un lugar público y que lo leería gente que tenía el poder de objetar desde la ética su rol profesional, seguramente no lo hubiera dicho.
Si alguien se va a poner al frente de un medio de comunicación donde no es relevante la elaboración sino la rapidez y donde no es relevante la interpretación sino la crónica en caliente… hay que pensar muy bien si tiene la cintura para hacerlo. No es para cualquiera.
Y es así como TW se transforma en la espada de Damocles que pende sobre la cabeza del periodista (y de todos aquellos con roles públicamente expuestos que tengan relación con ámbitos de formación de opinión pública o de poder. Un caso interesante es el Twit de la hija del presidente de México de hace unos días).
Por eso creo que está bueno que propongas el debate y que se empiece a hablar de este tema.
Está claro Federico. Concuerdo con vos que los pensamientos son nuestros. Por eso mismo, si ésos pensamientos los das a conocer en una canal público (como son las redes sociales) tenés que hacerte cargo si perjudicás a otros con tus dichos. Lo mismo ocurre si en tu perfil social mencionás que trabajás en «x» empresa y tus dichos la perjudican, entonces la empresa tiene todo el derecho a pedirte explicaciones o tomar la decisión que le parezca mejor.
Nuestros pensamientos no son propiedad de las empresas en las que trabajamos.